Aldus Freehand, más allá del «paste inside»
Quienes hayan estado vinculados al mundo del diseño gráfico en los años 80s seguramente tengan gratos recuerdos de varias de las aplicaciones que revolucionaron dicho sector para siempre.
Aldus Freehand, fue sin duda una de las principales. Creado en 1988 por Altsys Corporation y licenciado para la empresa Aldus, el Freehand fue un programa que se convirtió rápidamente en un estándar y una herramienta imprescindible en el mundo del diseño vectorial en dos dimensiones.
Pese que vio la luz tres años más tarde que su rival «a muerte» Adobe Ilustrator, el Freehand se hizo rápidamente con una considerable cuota del mercado del diseño, gracias a su versatilidad y fácil manejo.
Mi primer contacto con Freehand fue a finales de los ochenta cuando de manera informal entré por casualidad al mundo del diseño gráfico.
Por aquel entonces, yo era un estudiante universitario y trabajaba en una financiera para pagarme los estudios.
Un día, un hombre se presentó en la oficina sosteniendo un pesado ordenador unibody en una mano. Aquel hombre era el propietario de la imprenta que se ocupaba de todo el material impreso que se utilizaba en la financiera. El ordenador era un Macintosh Classic.
Nunca me quedó claro la razón por la que aquel señor decidió abordarme mientras esperaba que la secretaria le diera paso para entrar al despacho de mi jefe. Puede que haya sido por haberme quedado embelesado al mirar por primera vez un Macintosh, o tal vez porque yo tenía cara de ingenuo. Puedo que por ambas cosas.
«Te gustaría venir a la imprenta para ayudarme con los diseños», me dijo a los pocos minutos de haber iniciado nuestra conversación.
Así fue como tuve mi primer contacto con el Freehand, el PageMaker y con la Macintosh Classic. Así entré como aprendiz de diseñador en una empresa de impresión situada en el centro de lo que hoy sería más o menos como el Silicon Valley del diseño gráfico en Santo Domingo.
A partir de aquel momento el Freehand se convirtió en una herramienta inseparable en mi día a día.
Gracias a la habilidad que llegué a tener con aquel programa, se me abrieron varias puertas en el mercado laboral y pude costearme mis estudios en la universidad.
Pero el mundo del software de diseño estaba experimentando un auge estrepitoso en todos sus ámbitos, y esto por supuesto implicaba una titánica lucha entre las empresas que lideraban el desarrollo de estas aplicaciones.
Cuando el Freehand apenas estaba en su versión 4.0, Aldus fue absorbida por Adobe Systems y como esta última era propietaria del Ilustrator, la principal competencia, la Comisión Federal del Comercio de los Estados Unidos decidió que el programa de diseño pasara a ser propiedad de su desarrollador: Alsys Corporation.
Años más tarde Alsys fue adquirida por Macromedia y la famosa aplicación vectorial pasó a llamarse entonces Macromedia Freehand. Bajo este nombre se llegó a desarrollar hasta la versión 11, conocida oficialmente como Freehand MX.
Pero en 2005 Adobe adquirió Macromedia, y con esta adquisición finalmente tuvo en su poder su viejo archirrival Freehand. Esta vez no hubo objeción gubernamental y Adobe hizo lo que muchos usuarios se temían.
Así que, rebautizado con el nombre de Adobe Freehand la popular aplicación de diseño gráfico que había conquistado tantos adeptos, había llegado a su fin. Sus nuevos propietarios, también adversarios, la abandonaron y discontinuaron su desarrollo.
Para quienes estábamos acostumbrados al Freehand, el Ilustrator siempre nos pareció insoportable y difícil de entender. Particularmente, nunca llegué a comprender cómo una función tan sencilla como «paste inside» podía llegar a ser tan compleja en Ilustrator, al menos en las versiones con las que me vi algunas vez obligado a trabajar.
En muchas ocasiones tuve que recurrir a Google para buscar la manera de pegar una figura dentro de otra en Ilustrator. Siempre di con la respuesta, no sin antes toparme con la peña de los foros quejándose de lo mismo.
Para mí, más allá del «paste inside», el Freehand fue un gran programa. Estable, bien desarrollada y hecha con sobrado sentido común. Fue la herramienta que me dio la bienvenida y me llevó de «la mano» desde los grises pasillos de una financiera hasta el fascinante y colorido mundo del diseño gráfico.